Nápoles, el poder de una visión y porqué necesitas una
Si crear una visión y caminar hacia ella te abruma, sigue leyendo
Sigo con Nápoles, la ciudad que me fascinó hace unos meses y de la que hablo en el post anterior. Nápoles es un espectáculo en toda regla. La pizza – ¡incluso frita! -, la pasta, la sfogliatella – imagínate el mejor croissant, mejorado cien veces y relleno de lo que quieras, Nutella en mi caso –, Parthenope, el Vesubio, Pompeia, Herculanum, el tesoro de Sant Gennaro, las calles Spaccanapoli y tante belle cose.
Pero no, no todo reluce en Nápoles. La ciudad ha sido un sinónimo de mafia, droga y delincuencia. En su clásico Gomorra, Roberto Saviano documenta una realidad demasiado dura para salir en los folletos turísticos. Y sin embargo, el Nápoles de Saviano, aunque no ha desaparecido del todo, ya no existe. Un ejemplo de ello es la historia del barrio de la Sanità, hace unos años, uno de los barrios más cerrados y peligrosos. Hoy día se ha transformado en un punto turístico obligatorio en cualquier visita guiada a la ciudad. ¿Por qué?
LA VISIÓN DE DON ANTONIO
En el 2001, al cura Don Antonio Loffredo le fue encomendada la gestión de las cinco iglesias del barrio. Tuvo una visión que transformaría las vidas de los jóvenes y el tejido social de la ciudad. Consistía en transformar el barrio de pobreza y criminalidad en uno de posibilidad y emprendimiento. Lo hizo creando por un lado espacios de formación y actividades para jóvenes en espacios de las iglesias como gimnasios, laboratorios de teatro, un estudio de grabación. Y por el otro, creando varias cooperativas sociales fuentes de empleo para los jóvenes del barrio como en la recuperación y explotación turística de las Catacumbas de San Gennaro y San Gaudioso, otra cooperativa de oficios artísticos y otra de iluminación.
Al preguntarle a la guía sobre este proyecto me dijo, verás, una de las primeras cosas que hizo Loffredo fue sacar a los jóvenes del barrio. Muchos de ellos no habían salido nunca de él. Él los llevó al puerto, a otras partes de Nápoles y a otras ciudades italianas. Esto les abrió los ojos y les encendió la chispa de la posibilidad.
Loffredo tuvo una visión para un barrio hacia la que orientó todos sus esfuerzos. Sin esta visión, el barrio de la Sanità no se habría transformado. Con tu vida, con la mía, sucede lo mismo. Sin una visión de futuro, nuestra vida sigue su curso. Tal vez virtuoso, tal vez desastroso. La vida gira, gira,… y a veces se tuerce canta Macaco. Y mientras la vida gira, el trabajo de construir una visión de futuro, sirve precisamente no solamente para prevenir que se tuerza, sino para enderezarla hacia nuestro potencial.
PEREZA ACOMPAÑADA DE EXCUSAS
Cuando uno se plantea el trabajo de una visión, a veces entra la pereza rodeada de argumentos del tipo: yo prefiero fluir, estar abierto a lo que la vida me brinde sin planificar. O tal vez: si al final nos vamos a morir todos igual, ¿para qué molestarme en pensar en el futuro? Argumentos que no dejan de ser excusas. Porque la mejor forma de fluir es hacerlo orientados a lo que nos da sentido, en lugar de dar palos de ciego en la jungla perceptiva de la vida. Y sí, la muerte nos va a llegar, entonces es mejor que llegue habiendo vivido una vida examinada, honrándola como merecía.
MI ENFOQUE
Para crear una visión y caminar hacia ella, resulta útil tomar una mayor perspectiva sobre tu vida, de la que tienes habitualmente. Puedes hacerlo solo, o acompañado, como los jóvenes de la Sanità. En mis programas de coaching el éxito del trabajo de la visión se basa en herramientas de autoconocimiento de solidez científica y un riguroso trabajo guiado de introspección. Mediante el mismo, te acompaño a desarrollar nuevos hábitos y a potenciar tus virtudes; a esbozar escenarios; a discernir aquellos con la mayor energía; y a dar los pasos necesarios.
Y lo más importante. Te acompaño a hacer el trabajo ahora. Antes de que los días se conviertan en semanas y estas en meses y estos en años, y sea entonces tal vez, demasiado tarde.

